
Me senté a tomar un té (mate cocido) pensándote de reojo. Saboreando ese dulce tibio que no sabe a ti pero se siente parecido.
Talvez no es casual que esté en el Cementerio de Chacarita, talvez tenía que venir a enterrarte, o solo sentir a qué sabe este mate cocido en tu despedida. No tiene el amargo del té, pero entibia mis lágrimas.
¿Será que te puedo enterrar en mi jardín y no dejarte tan lejos?